La Muerte y la música: una lectura desde el pesimismo en Carnívora[1]
La muerte es el genio inspirador, el musagetes de la filosofía... Sin ella difícilmente se hubiera filosofado.
Arthur Schopenhauer
El hecho de que seamos seres relativamente concientes de nuestra existencia, tomando este último término en el sentido del Dasein heideggeriano [el ser-ahí], es decir, individuos situados en un tiempo y espacio determinados, no podemos evitar aproximarnos al intento de pensar el acontecimiento inevitable de la muerte. Y cuando escribo aproximarnos al intento de pensar no hago más que remitirme a la concepción heideggeriana de pensamiento. Martin Heidegger afirma que para alcanzar el pensamiento, primero tenemos que aceptar que no sabemos pensar y que, por lo tanto, debemos aprender a hacerlo; según este autor, en realidad, creemos tener la certeza de que pensamos las cosas cuando aun no sabemos pensarlas; dice Heidegger: “Lo pensado es lo dotado de recuerdo por el hecho de que nosotros tendemos a ello. Solamente si tendemos a aquello que es en sí lo que ha de ser pensado, somos capaces de pensar.” (1958: 9-10). Más adelante agrega que “La causa estará presumiblemente en que los hombres no nos hemos dirigido todavía en grado suficiente a lo que exige ser meditado (…), el hecho de que todavía no pensamos no sería más que (…) una negligencia por parte del hombre.” (1958: 10). Es entonces por dicha concepción que decimos que no pensamos la muerte. El ser humano se ve fuertemente afectado, sicológica y espiritualmente, en el momento en que se hace conciente de su propio destino final, de su muerte. El sentido del misterio que implica pensar [y aceptar] tal acontecimiento, y dicho sea de paso que es tan natural como el mismo nacimiento, conduce al individuo a crearse determinadas estructuras mentales, en las que el pavor al cese de sus sentidos vitales provoca un significativo rechazo a la idea de considerar la muerte como parte de la propia vida, y por consiguiente, nos estaríamos negando al acto de pensarla, a ser concientes de su existencia, es decir, estaríamos negando, de alguna manera, aquello que dijo en algún momento Stendhal (seudónimo de Marie Henri Beyle, 1783-1842): “Si la muerte es inevitable, olvidémosla”; considero necesario, por temor a la sobreinterpretación, aclarar que la enunciación del novelista francés, según mi lectura, apunta a que luego de habernos dedicado a reflexionar sobre nuestra propia muerte y así ser concientes de ella, habituándonos a su inminente existencia como eventualidad inevitable, sería recién el momento en que tendríamos la posibilidad de olvidarla. Hasta aquí, no hemos hecho más que llegar a la conclusión de que para los individuos la muerte es un acontecimiento execrablemente inevitable que implica la nada, la náusea, un dejar de vivir, alejado de toda certeza, investido de gran incertidumbre y misterio, provocando, en consecuencia, un íntimo temor y angustia frente al acto de pensar dicha eventualidad.
Dicho esto, sería ya tiempo de intentar profundizar en cuanto a la temática en cuestión (la muerte), pero no como un fenómeno [ontológicamente] en sí mismo, sino como hilo conductor, como eje temático, en el corte discográfico titulado “Carnívora” (2005) producido por Mástifal (banda de estilo thrash-death metal, surgida en noviembre del año 1995 en la ciudad de Colón-Entre Ríos, Argentina). Como mera aclaración: el nombre que lleva dicho grupo musical [Mástifal] fue extraído de Dictionnaire Infernal (1818), del francés Jacques Collin de Plancy, y significa Príncipe de los demonios.
Ahora bien, yendo a la Antigüedad, a la Grecia Clásica, Platón opina que el hombre vulgar tiende a aferrarse a la vida, dado que en ella encuentra todos aquellos placeres físicos que de algún modo le satisfacen, olvidándose casi de su alma, y se atemoriza y angustia al hacerse conciente de su finitud ya que será ésta la que le despojará de las cosas que [cree] querer y, en consecuencia, le son gratas[2]. Es en este sentido que decimos que el hecho de admitir nuestra muerte, acarrea un cambio radical en el significado que pueda tener la vida para nosotros; es decir, cuando logramos aceptar que somos seres arrojados al mundo con la finalidad última de perecer frente al paso del tiempo, nuestra cosmovisión adquiere ciertos matices o transformaciones, ya sea tendiendo al pesimismo o a su contrario. El siguiente ejemplo manifiesta claramente una lectura del mundo teñida de pesimismo y perversión, nacida, de hecho, de una agnición aristotélica (pasaje de la ignorancia al conocimiento) en que comenzamos a concebir la muerte como próxima e inevitable eventualidad:
Eres temor en la conciencia (…)
Suspira la vida en tu eterna agonía,
deceso uniformado en cuerpo humano (…)
Muerte, amo de las horas.
Muerte, clamas defunción.
Súbdito de tu juicio
todo ser nacerá (...)
Te vistes de humanidad, hambre, pobreza y crueldad.
[“Amo de las horas”]
Desde esta perspectiva, si hablamos de agnición, también podríamos hablar de peripecia [aristotélica], dado que al momento del pasaje de la ignorancia al conocimiento, o mejor, de la concientización de nuestro carácter finito, el sentido de las acciones de nuestra vida necesariamente cambiaría, donde tendríamos que comenzar a soportar el peso [obsesivo] de estar vivos para la muerte:
No soporto la presión resistiendo este tormento.
Brota en mí ya sin control una malsana obsesión.
[“Culto Vacío Radical”]
El francés Jean-Pierre Vernant, en su libro “El individuo, la muerte y el amor en la Antigua Grecia”[3], plantea que el concepto griego de muerte refiere, en principio, a una muerte con dos caras; por un lado, la muerte como ideal, es decir, el acontecimiento del morir como una legitimación del héroe para que sea socialmente rememorado y permanecer en el mundo de los vivos más allá de su desaparición física; por otro, la muerte como un hecho extremadamente horroroso y despreciable, terroríficamente realista; estos dos aspectos no se contraponen, sino que uno es en función del otro; la muerte, al ser, desde un punto de vista realista, un acontecimiento espantoso que atemoriza y angustia al individuo, es de algún modo invertida desde otra perspectiva que la convierte en un ideal heroico, quitándole, o mejor, velando su lado más aterrador. “Cuando el texto épico plantea, frente a la bella muerte del joven guerrero heroicamente caído en el ardor de la lucha y en la flor de la juventud, la horrible muerte de un anciano indefenso degollado como si fuera una bestia o cuando en contraste con el admirable cadáver del héroe (…) en el que «todo es belleza» nos muestra otros cuerpos irreconocibles por el ensañamiento con que han sido ultrajados, desfigurados, mutilados, cortados en pedazos” (2001: 84); y más adelante agrega: “Lejos de negar la realidad de la muerte, la construcción del ideal parte de la realidad y se apoya en ella tal como es, pretendiendo sobrepasarla recurriendo a cierto cambio de perspectiva, invirtiendo los elementos que componen el problema” (2001: 85). En uno de los textos de las canciones pertenecientes a “Carnívora” [“Culto vacío radical”], podemos leer lo siguiente:
Glorificado en tu barro te declamas tan sublime…
Si bien Vernant indica que tenemos la posibilidad de ver la muerte como un ideal (sin olvidar que se remite a la Antigua Grecia), no obstante, ésta no deja de ser, situada en la realidad cotidiana, un acontecimiento horripilante, que promulga miedo, y que, por esto mismo, conduce al individuo a revertir su aspecto cruel, a invertir sus elementos por necesidad; el ejemplo citado hace referencia al hombre, que, ocultando su temor a morir, se preocupa por mostrarse glorificado, sublime frente al mundo [y la vida], pero no puede escapar nunca de su barro, de su mortuorio destino, en el que se está hundiendo desde su nacimiento. De la idea en la que el individuo busca rechazar su muerte, se desprenden sus vanas ansias de inmortalidad, y su desesperada [y enloquecida] evocación y ruego a aquellas supuestas deidades que le puedan satisfacer dicho deseo:
Ocultos deseos de inmortalidad
evocan dioses dementes.
[“El abismo de la locura”]
Por otra parte, Griselda Urquidi, en un estudio titulado “En torno al ser para la muerte en Heidegger, Lévinas y Sartre”, plantea, remitiéndose a estos autores, que la vida es padecimiento y pesadumbre, que no es más que el preámbulo para el inexorable acontecimiento en el que no sólo se da el cese de los sentidos vitales, sino además, junto a ello, la muerte de los sueños, de los objetivos y de los ideales. Ahora bien, esta perspectiva, indica de algún modo que nuestra vida es una sucesión de acciones que ciertamente nos definen como individuos en el transcurso del tiempo, convirtiéndose ese transcurso en padecimiento, sufrimiento que nos marca fuertemente al momento en que llegamos a ser concientes de que fuimos arrojados al mundo y que vivimos en una soledad desesperada y, por consiguiente, angustiante. Léanse los siguientes ejemplos:
Quedan las marcas de un mundo terrenal
creado para lidiar erguido hasta el final.
[“Más allá de la razón”]
sin ver el tiempo muriendo un poco más hoy,
sin ley, sin dios, vacío de fe, en el dolor.
[“Bajo la cruz del odio”]
Claramente se puede observar en estos fragmentos lo recientemente enunciado, es decir, hemos sido arrojados al mundo terrenal, donde estamos abandonados, sin ley, sin dios, en el dolor, y por esto desesperados, hecho que nos lleva, sin duda, a una búsqueda y a una lucha constante, a lidiar erguido hasta el final, tratando así de apaliar la angustia que ello implica. Si nos hallamos, entonces, en plena soledad en el mundo, no tiene sentido alguno que intentemos negar el abandono inexorable, ya sea por medio de la creación de deidades o de un aferrarse a doctrinas religiosas ya establecidas:
Olvidado en suelos muertos gritas, tus plegarias nadie oirá.
[Síndrome de supremacía]
Cataldo Sanguinetti[4] cita a Jean-Paul Sartre, discípulo de Martin Heidegger, quien afirma en su libro “El ser y la nada”, en oposición a su maestro, que de ningún modo podríamos hablar de muerte libre, dado que la muerte es un hecho que nos viene desde afuera y que además nos transforma en un afuera; en otros términos, estamos condenados inexorablemente a la muerte. No obstante, no debemos perder de vista que lo que Heidegger quiso decir con la idea de libertad para la muerte, no reproducía exactamente lo criticado por Sartre. No se trata entonces de una voluntad en pro de dominar el acontecimiento de la muerte, sino por el contrario, dejarla ser en libertad como la última posibilidad del hombre. En este sentido, el próximo ejemplo manifiesta, de alguna manera, lo afirmado por Heidegger:
Se abre tu piel denegando límites.
[“El abismo de la locura”]
A simple vista, dicho fragmento quizá sea poco elocuente, pero si tenemos en cuenta que la muerte es un hecho inevitable y que, en consecuencia, requiere una actitud en la que el individuo se abre en libertad hacia su proximidad como posibilidad, es fácil comprender que el hecho de ser hombres abandonados y responsables de y en este mundo implica de alguna manera denegar límites, despojarnos de esta nada que nos limita, nos desespera y nos angustia.
Finalmente, el concepto de la muerte que atraviesa, como pudimos comprobar, el corte discográfico “Carnívora”, o mejor, la epifanía que vemos en el mismo, está significativamente investida de una cosmovisión en la que el mundo no es más que un sitio donde el hombre nace [abandonado, en íntima soledad] y desde entonces comienza a morir; una visión que tildaríamos de pesimista y perversa [pero que no por ello rechazaríamos, dado que es una posible lectura del mundo]; una postura que, más allá de la idea en la que vivimos sin ley, sin dios, vacío de fe, en el dolor, no se entrega mientras los sentidos vitales no desfallezcan, y podamos, de algún modo, lidiar erguidos hasta el final.
BIBLIOGRAFÍA
- PLATÓN, Diálogos – Fedón o de la inmortalidad del alma, Espasa Calpe Argentina S. A., Buenos Aires, 1966.
- VERNANT, JEAN-PIERRE, El individuo, la muerte y el amor en la Antigua Grecia, Ed. Paidós Ibérica S. A., Barcelona, España, 2001.
- HEIDEGGER, MARTIN, ¿Qué significa pensar?, Ed. NOVA, Argentina, 1958.
- URQUIDI, GRISELDA, En torno al ser para la muerte en Heidegger, Lévinas y Sartre, extraído de Espéculo. Revista de estudios literarios.
- CATALDO SANGUINETTI, GUSTAVO, Muerte y libertad en Martin Heidegger, extraído de REVISTA PHILOSOPHICA Nº 26 (2003) Instituto de Filosofía Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
- Textos de las canciones y datos de Mástifal en general, extraídos de www.mastifal.com.ar
[1] Corte discográfico producido en el año 2005 por el grupo musical Mástifal.
[2]Fedón o de la inmortalidad del alma, Diálogos, Platón, Espasa Calpe Argentina S. A., Buenos Aires, 1966, pág. 10.
[3] Ed. Paidós S. A., Barcelona-España, 2001.
[4] Gustavo Cataldo Sanguinetti, Muerte Y Libertad En Martín Heidegger, REVISTA PHILOSOPHICA Nº 26 (2003) Instituto de Filosofía Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.